miércoles, 26 de noviembre de 2008

No se si podre escribir las palabras que he lanzado al infinito

Hoy me he quedado dormido más tiempo del que dura mi siesta. Consecuencia, no he ido a clase de inglés, concatenación de comentarios ácidos y especulaciones varias de mi madre, "que si mañana harás lo mismo", "ah, pues me parece muy bien" amén de alusiones a mi estado de letargo continuo. Conclusión: una horita de retoce en mi cama, que me acaba por hacer inducir un estadio de tedio tal, que se me acaba tornando insoportable. Recuerdo que esta mañana leí algo acerca de Baudelaire y su toque "underground". Estupideces. Me levanto porque no puedo más y decido seguir escribiendo algo en el blog bajo juramento de que una existencia tan ausente de motivaciones no puede ser definida como tal, que si estoy pensando seriamente en desaparecer de algún modo que no conste como suicidio...

No se pueden agarrar y deglucir, con cierto sentido todos los hechos de una vida. Sin embargo es posible condensar algo de su esencia mediante la observación y absorción analítico-surreal-intermitente, ya sea digiriendo armonías muy concisas y explicitas o amontonamientos de palabras con algún sentido (más o menos brillante, según la ocasión) leidas o autoescritas (autorelatadas a mi mismo) Sólo entonces me encuentro alcanzando un estado que, vistas mis circunstancias de asco, se torna ideal a mi parecer, o cuanto menos, de una cierta perpetuidad ante los cíclicos días elevados en su absurdo a la enésima potencia. Las aguas, en su constante espacio-temporal, se vuelven cristalinas entonces, perdiendo su metálico "rigor gris-asco" de ondas imparablemente proyectadas en círculos concéntricos que no acabo de poder descifrar (y que tampoco quiero)

Y así me veo escribiendo, muy a mi pesar, como vomitando una prisión que me había acostumbrado a acariciar por dentro y que no me atrevía a transpasar a pesar de no tener barrotes (más que los que yo me había impuesto). Todo me parece altamente imperfecto, cuestionable, poliédrico en sus significados y consecuencias, y hasta yo mismo comienzo a perder certezas sustanciales auto-ontológicas que me definan, y me doy cuenta de que no era estatua, y de que vivir no era sino algo parecido a los espejos en que reflejan su personaje una dama de Shangai y un obstinado intelectual barrigón. ¿Que puedo hacer? ¿Que sigo haciendo? ¿Que es posible que hiciera si lo pudiera tocar con mis huesos? Y respondiendo estas y otras cuestiones tan normales, sigo dándole vueltas a la madeja que va desgranando el sentido y la diferencia entre "tu" y "yo" y otra vez yo mismo reflejado en ti, que no dejas escapar de tu interior el "yo" que has atrapado y retienes celosamente, porque hace tiempo que tengo rehenes y prisoneros de otras guerras, y estos se te parecen pero, por suerte nunca podrán llegar a ser lo que imagino, o por desgracia, lo que espero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todas las palabras son lanzadas al infinito, esperando encontrar un órgano receptivo que las asimile y entienda. Pero el entendimiento, encontrar un nexo de unión con algo o alguien depende de la memoria que les otorga de cierta prolongación en el tiempo y vida en otros, en la memoria colectiva de la humanidad o individualidad. Lo más complejo y macroestructural es explicable desde lo más ínfimo o simple. ¿No será esto el miedo a la muerte, en todas sus variantes? ¿No será esta la cara hipócrita de los textos unamunianos? ¡Lancemos conceptos, significados al infinito y vivamos por siempre en la conciencia de los demás! Y, si por casualidad, Dios existe, como dijo Auserón, ya no tendremos nada más que perder. "Si Dios existe, todo depende de Él, y contra su voluntad nada podemos. Si no existe, todo depende de nosotros" (Camus). Dios es eterno, pero quizás el concepto teocrático se refiera a nosotros como entes en busca de eternidad. El Teatro Mágico de la vida de Hesse guardaba más secretos de los que aparentaba...

Añorando conversaciones con ánimo trascendental y "poliédrico" en Salamanca, Raulito...

Dani.